viernes, 26 de mayo de 2023

Al Pie De La Tumba

Esto no es un cuento, es una historia que realmente sucedió. No es una historia de terror, aunque si bien lo que pasamos con mi madre fue espantoso, lo vivimos de manera desapasionada, de esa manera que a veces hacemos las tareas más desagradables de manera automática, desenchufando la razón para no asquearnos… haciendo algo solo porque hay que hacerlo… Mi padre murió hace más de 30 años, no recuerdo la fecha, éstas se me olvidan y confunden, asi que si… mi padre murió hace más de treinta años en una fecha indeterminada. No hubo largas agonías en un hospital, si en mi casa. Y su muerte propiamente dicha fue tan simple como ser subido a una ambulancia casi vivo y ser bajado ya sin vida. Su tumba en el Cementerio del Norte estaba en la tierra, una más entre largas filas de otras tumbas similares, pero muy distintas. Fui ahí varias veces al principio, luego ya cada vez menos. Llego un momento en el cual ya se me dificultaba encontrar el lugar exacto entre interminables filas de hormigón; hierro; mármol y nada. Olvide esa tumba hasta que tocó el momento de hacer la reducción. Nadie quiere llegar a ese proceso temido por todo el mundo pues te enfrenta con la realidad de la muerte, ahí, en vivo y en directo, frente a frente con la corrupción y su olor horrible. El día que nos dieron a nosotros para esa obligación nos encontramos a las 8 de la mañana en la puerta del cementerio mi madre, mi hermana y yo. Los ánimos eran varios, mi hermana angustiada y llorando de a ratos, mi madre nerviosa pero estoica y yo tranquilo pensando que solo sería un trámite, desagradable, pero que se limitaba a reconocer la tumba para que los empleados de cementerio la abrieran, sacaran lo que había ahí y lo llevaran a la sala donde ellos limpiarían los restos y nos los entregarían en la urna que mi madre ya había comprado para eso. Algo bastante poco impresionante para mí. Había llovido toda la noche y aún quedaba una leve llovizna esa mañana. Después de los tramites nos fuimos caminando hasta el lugar de la tumba. El suelo era casi todo barro y charcos y el cielo seguía gris y pesado, pero había dejado de lloviznar. Caminábamos charlando de cualquier cosa para distraernos de lo que estaba por pasar. Al llegar al lugar ya nos esperaban cuatro hombres de uniforme azul con barras y palas para hacer su trabajo, nos saludamos, reconocimos la tumba y empezaron a hacer palanca con las barras para levantar la lápida. Mi hermana se alejó varios metros llorando ruidosamente mientras mi madre y yo nos quedamos cerca, pero no mucho, porque hay cosas dentro de una tumba que ningún familiar debe ver. La cosa empezó mal, los obreros mostraban pocas ganas y dos veces repitieron qué si el cuerpo había sido envuelto en plástico, seguro no se podía hacer la reducción pues el cuerpo estaría aun fresco. Si fresco se le puede decir a un cadáver después de 5 años en tierra. Hoy estoy convencido que no querían trabajar ese día frio y barroso. O que querían una propina… cosa que al fin lograron. Mi madre se hacía cruces porque se pudiera hacer todo es día, pues ya había arreglado para que nos esperaran en el cementerio de San José de Mayo para ponerlo junto a su familia ahí. Mientras, la gente terminaba de levantar la losa y revolvía su contenido. De repente, con cara de no me importa nada lo que les duela, yo ya lo tenía planeado, dijo: - No se puede sacar… hay que dejarlo otros dos años… Está muy entero porque lo pusieron en nailon… nos decía esto mientras tiraban la losa de nuevo sobre la tumba. Escuche a mi hermana y a mi madre que casi a la vez dieron: - ay! Noo! Mi hermana agregó llorando: - la puta madre! No podíamos creer, mi madre miró sus pies llenos de barro y no dijo nada más. Yo estaba enojado, evidentemente esos no querían hacer el trabajo y no les importo el momento. Discutir no me parecía practico, asi que hice lo que esperaban: corrí a alcanzar a uno de ellos, el que parecía ser el jefe y le pregunté si no se podía hacer igual, que no quería que mi hermana y mi madre pasaran por lo mismo en unos años… y le ofrecí pagar aparte el favor. Le di lo que tenía en la billetera en ese momento… Pareció considerarlo e hizo como que se decidía, llamo a uno de sus compañeros y volvieron a la tumba. - Esto no se puede hacer sabés? Me dijo innecesariamente. - Lo sacamos, lo desarmamos aca y ustedes lo guardan en la urna… Después vamos a la oficina y hacemos los papeles para tránsito. No reaccionamos enseguida. mi hermana fue la primera y dijo rotundamente que no! –Ni loca! Con mi madre nos miramos y sin pensarlo mucho dijimos que sí. – dale, nosotros lo guardamos. Mi hermana se retiró más lejos que antes todavía, aunque seguro todavía le legaba el hedor después de sacarlo. Pusieron manos a la obra. Levantaron más fácil la losa y sacaron el cajón, ya con la tapa medio abierta. Los pusieron a un lado y empezaron a sacar el nailon, que era cierto, envolvía los restos. Con mi madre nos acomodamos sobre una tumba cercana, con nuestra urna recién comprada e inmaculada, la toalla que llevó mi madre, también blanca e igual de pulcra y una bolsa de talco… Y empezó la tarea más repugnante que pueda imaginar…no sé si alguien puede imaginar el horror de recibir de manos de extraños, fragmentos de cuerpo hediondos húmedos y aun con restos de carne y tela mezclados para limpiarlos con dos cuchillos que nos dieron, espolvorearlos con talco y guardarlos en una caja tratando que entren todos como un tétrico tetris de la vida real, o de la muerte real. No es que me repugnara tanto, solo empecé a hacerlo como hago cualquier tarea desagradable, olvidándome de lo que es, y solo haciéndolo, sin pensar. Mirando a mi madre vi que ella hacia lo mismo mecánicamente. No niego que también había un componente de morbosidad en eso. Nunca había estado tan cerca de la corrupción de la muerte y estaba casi fascinado de hacerlo, sabiendo que no mucha gente sería capaz de eso mismo. El cadáver estaba bastante entero. Si nuestro trabajo era feo, me imagino el de los hombres de la intendencia. Ellos lidiaron con lo peor: sacar los órganos de los huesos y limpiar éstos de los colgajos de carne que quedaban aún adheridos. Esa fue una imagen que por suerte no pude disfrutar, ni mi madre. Tuvieron cuidado de hacerlo dentro de la caja, de eso me doy cuenta ahora. Dos cosas recuerdo bien de ese momento…. El olor insoportable y el ruido de huesos quebrándose... también recuerdo claramente los cuchillos que nos dieron: unos filos cortos y triangulares, de punta aguda y bien afilados que hacían un ruido rasposo al trabajar. Evidentemente especiales para esa ingrata tarea, que ya habrían visto muchos huesos antes. Curiosamente hay otras cosas que no recuerdo… no recuerdo haber limpiado de carne podrida tantos huesos como debería, tampoco haber manipulado el cráneo, ni haber visto que mi madre lo hiciera… me intriga, pues siempre tuve un interés especial con los cráneos, de animales y humanos. Llegue a tener uno sacado de un cementerio abandonado en el medio del campo, tambien los tuve de perro y gato en mis tiempos de liceal… y es más que llamativo que no recuerde eso… Tampoco recuerdo que usara guantes, seguro yo no lleve, ni mi madre, pues nunca imaginamos ocuparnos nosotros de la reducción. Si los usamos fueron prestados por los sepultureros. Pero… no se, no recuerdo. Estuvimos mucho rato acuclillados en el barro, con una tumba ajena como mesa recibiendo los huesos húmedos y llenos de trozos de carne y cartílago. Sacando con el cuchillo lo más que podíamos entalcando y guardando… La toalla blanca pronto quedo marrón de barro y otras cosas. Al fin se terminó. Colocamos la tapa, haciendo fuerza hacia abajo para que los huesos se acomodaran mejor, se oyó algún crujido y al fin cerró. Recién después de eso mi hermana dejo de llorar y fue con los hombres a terminar los trámites. Mi madre quedo ahí, junto a la urna y yo fui hasta un comercio fuera del cementerio a comprar nailon, cinta y cuerda. Así completamos esa parte del día envolviendo la caja lo más herméticamente posible ya que tenía un olor horrible a podrido. Con la cuerda terminé de atarla y le hice una manija para llevarla más cómoda. La historia termina con mi madre y mi hermana guardando la urna en la bodega de un ómnibus para San José… y partiendo llevando esa carga en su último viaje… de incógnito, apestando en la bodega. Hugo Perez

jueves, 2 de mayo de 2013

Te puedo ayudar en algo?....

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Te puedo ayudar en algo?
Queres ver alguna cosita?
Cualquier consulta a las órdenes...

No lo puedo evitar.... cuando voy a una expo o a cualquier local de ese tipo y me acosan con esas preguntas, me muerdo para no contestar un disparate.

No se me ocurre de que manera puedan acercarse al cliente con planteos mas adecuados. Tampoco creo que estas preguntas sean un mal planteo, mas bien es que soy un asqueroso que nada le sirve.

Pero.. Te puedo ayudar en algo?... Si, que bueno que preguntas, mañana me hacen la planchada y necesito gente... o sino: me saldrias de garantia de alquiler? es que nadie me la da y vos te ofreces tan amable...

Cualquier consulta a las órdenes... ah! sabes el horario de la DGI de invierno? no lo encuentro en la web. O... cual es la ultima salida nocturna del 174?

Y de " queres ver alguna cosita?" o su variante mas provocativa: " te muestro alguna cosita?"o tambien:
" querias ver algo?" ni que hablar! la imaginacion me vuela!

Reconozco que si me dijeran por ejemplo: "esta interesado en alguno de nuestros productos?" o "le gusto algo y desea preguntar sobre eso?" me sentiria raro...
 que raro ya soy.